En defensa de las autorías secundarias



El principal objetivo de la gestión cultural es, como no podía ser de otra forma, servir de puente entre los creadores y el público. Diseñar las estrategias para mediar entre ambos agentes y hacer que el público se acerque a la creación cultural, la comprenda y la disfrute, siempre de acuerdo a la naturaleza propia de la creación cultural y a aquello que el creador o creadora ha querido transmitir.

Generalmente, la autoría de una obra, ya sea artística o literaria, está clara, en tanto que una única persona ha sido capaz de pensar, concebir y desarrollar una obra artística para la transmisión de un mensaje. Todos sabemos (o podemos saber) el nombre de la persona que ha creado una obra artística expuesta en una exposición o que ha escrito una determinada obra de teatro o novela. Pero, pese a esa autoría clara y definida, en muchos productos culturales intervienen autorías secundarias que facilitan, o incluso hacen posible, la experiencia de consumo cultural. Este breve texto pretende ser un reconocimiento a aquellas autorías secundarias que, en ocasiones completamente silenciadas, son fundamentales en la tarea de la mediación entre la persona creativa y el público.

Exposiciones de artes visuales

En las exposiciones, aquellas que podemos ver en una sala, un museo o una galería, tenemos claramente definida la autoría de las obras, que además se nos recuerda en las cartelas de cada una de ellas o en el título de la propia exhibición. Pero esas obras expuestas han sido producto de una selección previa que ha hecho una persona diferente de la autora de las obras: a esta persona la llamamos comisaria de la exposición.

El comisario o comisaria de exposiciones hace una selección de las obras a exponer, dotándole a la exposición de un discurso concreto y de un valor añadido al propio de las obras expuestas, de forma que la exposición se concibe como una creación particular a partir de creaciones previas. El diseño de la exposición viene marcado, en la mayoría de las ocasiones, por el propio perfil del comisario o comisaria que, a su vez, realiza un producto cultural en sí mismo, de forma que dos exposiciones sobre un mismo artista comisariadas por dos personas diferentes pueden ser dos productos culturales totalmente diferentes y diferenciados.

Igual pasa en las exposiciones que no son artísticas y que presentan un discurso, ya sea histórico, etnológico o naturalista, por citar algunos ejemplos. En la conceptualización y diseño de la exposición interviene una actividad creadora que, si bien puede no ponerse exactamente al mismo nivel que la autoría de las piezas expuestas, debe reconocerse y valorarse.

Representaciones escénicas y musicales

En el ámbito de las artes escénicas ocurre lo mismo. Es de sobra sabido que en una obra de teatro, una de danza o una actuación musical son muchas las personas implicadas, pero no siempre se reconoce su autoría y la importancia de su creación particular en la puesta en escena final que consume el público.

Así, en teatro, y dependiendo del tipo de obra, suele estar bien definida la autoría del texto teatral. Pero también debe considerarse como una autoría, secundaria si queremos, la acción de la dirección, que es quien marca la actuación de los actores y actrices, los tiempos, los movimientos, y quien hace diferentes adaptaciones escénicas para enriquecer la representación. Un mismo texto teatral puede ser muy diferente con dos direcciones escénicas diferentes.

Es cierto que en el ámbito teatral, así como en el musical, se tiene en consideración la actividad de la persona que dirige y se da suficiente visibilidad, así como la autoría de la coreografía en los espectáculos de danza, pero seguimos olvidándonos de otras autorías secundarias y fundamentales en el producto final como el diseño de la escenografía o el diseño de luces, que sin duda son creaciones que se suman a la propia creación escénica inicial.

Obras literarias

También en el sector editorial intervienen profesionales que acercan la obra a los lectores de una forma creativa, y no me refiero únicamente a las editoriales, que también hacen una labor creativa de mediación seleccionando obras y poniéndolas a disposición del público a través de diferentes estrategias de comunicación y difusión. Me refiero en este caso a las personas que realizan la traducción de los textos.

Aunque se basen en un texto creado y escrito por una autoría determinada, que es quien quiere transmitir originariamente el mensaje, las personas encargadas de la traducción y/o adaptación también realizan un trabajo merecedor de la consideración de autoría en tanto que interpretan el lenguaje y lo adecuan a los lectores, huyendo de la traducción automática sin relación con el contexto cultural. Adaptaciones y traducciones adecuándose al contexto de los lectores finales también es una tarea de cierta labor creativa merecedora de un reconocimiento público como autoría.

Creaciones audiovisuales

El ámbito audiovisual no es diferente y en él nos encontramos también con la misma situación. En este ámbito generalmente se destaca la dirección de la película (en las series la comunicación es diferente y en muchos casos ni siquiera se pone de manifiesto), dejando a un lado la autoría del guión, que al fin y al cabo es quien ha narrado la historia y quien ha concebido y diseñado cómo transmitir el mensaje.

Curiosamente en este ámbito, y de forma general, se actúa de forma diferente con respecto a las representaciones de teatro, por ejemplo: en el cine y mundo del audiovisual se destaca la dirección por encima de la autoría del guión, mientras que en teatro se destaca la autoría del texto antes que la dirección. Y luego ya quedan las direcciones de fotografía y otras autorías que intervienen en el proceso de creación audiovisual.



Es difícil hoy en día que el público consuma directamente una obra creativa sin la existencia de mediadores de cualquier tipo que faciliten o aproximen la creación al contexto cultural y social propios del consumidor cultural. No debemos olvidar que, en muchos casos, esa mediación es una creación y, como tal, debe reconocerse. Incluso la selección de grupos de un festival de música puede ser una tarea, de algún modo, creativa.

La creación actual es de todo menos individualista. Toda creación recibe influencias anteriores y en muchos casos es una creación colectiva. Pero en la puesta a disposición de las obras culturales intervienen muchos profesionales que ayudan a completar esa creación inicial. Y desde la gestión cultural deberíamos dar visibilidad a esas autorías secundarias sin las cuales la obra que llega al público sería diferente. Por supuesto, no a costa de la autoría original, pero sí visibilizando esa autoría sin la cual la experiencia cultural sería de una forma totalmente diferente.

Debemos preocuparnos de dar en la medida de lo posible, en nuestras comunicaciones y en la difusión que hagamos de las diferentes actividades o creaciones, el merecido y necesario reconocimiento a esas autorías que nos ayudan en nuestra tarea de servir de puente con la ciudadanía. Es una forma de reconocimiento, pero también una forma de dignificación y de significación de la gestión cultural en todas las etapas de la producción y consumo cultural. Porque, sin lugar a dudas, también de eso se trata.

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