Festivales de cine

Cuando se viven las últimas jornadas de la Bienal de Venecia, he recordado una conferencia sobre festivales cinematográficos a la que tuve ocasión de asistir hace un tiempo.

La conferencia la daba el director del festival valenciano de cine Cinema Jove y se centraba en explicar cómo se realizaba la organización y gestión del festival para jóvenes realizadores. Antes de eso, ofrecía una clasificación sobre la tipología de festivales cinematográficos que permite aproximarse un poco a la organización de este tipo de eventos.

Una clasificación, según la orientación:

• Festivales orientados a la industria del cine, en la que se promocionan películas y directores.
• Festivales orientados a la promoción turística de la ciudad donde se celebra.

Y otra clasificación que, pese a no tener un origen claro, parece bastante generalizada:

• Festivales de clase A: se trata de festivales generalistas (como Berlín o Venecia).
• Festivales de clase B: que son festivales especializados centrados en un aspecto concreto del sector cinematográfico (Cinema Jove, centrado en promocionar directores jóvenes; Festival de Sitges, en cine fantástico o de terror; o el de Gijón, especializado en cine independiente).

En líneas generales, cualquier festival de cine debería tratar de abrir ventanas a la producción cinematográfica, que las películas sean conocidas por público y que se proyecte más allá del festival; y todo festival debería contar con la ciudad en la que se hace y las características propias de sus habitantes.

Sin duda, se trata de un aspecto complejo pero interesante de la gestión cultural; en no pocas ocasiones se ha demostrado cómo estos festivales actúan como dinamizadores territoriales y económicos en el sector de la cinematografía, y la existencia de múltiples propuesta no ha mermado sus posibilidades de intervención y su público. Por algo será.