Recientemente,
volví a leer algunas páginas del libro “Políticas y sectores culturales en laComunidad Valenciana”, de Pau Rausell. En el primer capítulo se habla del
origen de las políticas culturales y de por qué la cultura ha de ser (o tal vez
no) un objetivo de la política pública. A lo largo de su argumentación, PauRausell habla de los valores culturales que, aunque sea ampliamente extendida
la idea de que los bienes y servicios culturales (él emplea en esta parte el
término “bien artístico”) es vehículo de valores culturales, se trata de un
concepto demasiado amplio que requiere de cierta concreción.
Así, PauRausell indica que el valor cultural, realmente, comprende y contiene cuatro
valores distintos, que he considerado interesante resumir y recordar:
- El valor de la creación: todo bien artístico incorpora una creación/innovación que se concibe como un bien público con efectos beneficiosos sobre el conjunto social.
- El valor del mensaje: la obra creada transmite valores y conocimientos que la sociedad considera propios o útiles para conseguir un mayor progreso y cohesión social; es decir, la obra artística actúa de difusora y divulgadora de determinados mensajes necesarios para la sociedad que se quiere proyectar colectivamente.
- El valor de la pluralidad: las obras artísticas son plurales en tanto que individualizadas y no seriadas, y por ello y entre otras causas, esta pluralidad artística favorece el respeto a la diversidad, uno de los valores en los que se fundamentan las sociedades democráticas.
- El valor de la formación: los bienes culturales dan la oportunidad de aumentar la formación y educación de las personas que los consumen, aspecto que va vinculado con el desarrollo individual integral y éste, a su vez, con las ideas de progreso y felicidad.
A partir de
estos valores, una política pública debería encargarse de la cultura porque permite
promover el proceso de creación incentivándolo más allá de la lógica de
mercado; permite promover los valores democráticos universales transmitidos a
través de la obra artística; permite garantizar, mediante la producción o
provisión pública, la pluralidad de la oferta; y permite mantener el valor
formativo de los bienes culturales para garantizar la igualdad de oportunidades
más allá de la demanda natural promovida por el mercado.
Estos
valores del bien cultural, junto a sus relaciones con la sociedad, deben ser
tenidos en cuenta a la hora de considerar la idoneidad de que la política
pública intervenga sobre el sector cultural. Hay otros aspectos a tener en
cuenta, y todo ellos pueden leerse en el texto que conforma el libro de PauRausell que, aunque escrito en los años noventa, aún tiene mucha vigencia para
comprender la importancia de la política cultural.
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