Una herramienta de interacción: la Agenda 21 de la Cultura


La Agenda 21 de la Cultura, aprobada en mayo de 2004 en el IV Foro de Autoridades Locales para la Inclusión Social de Porto Alegre, formado por ciudades y gobiernos locales de todo el mundo,  se estructura en tres partes diferenciadas. La primera recoge un conjunto de 16 principios. La segunda comprende un total de 29 compromisos que deben adoptar las entidades locales que suscriban la agenda. Y la tercera y última parte, que engloba una serie de recomendaciones, dirigidas a los distintos niveles de gobierno territorial, como son las entidades locales, los gobiernos nacionales y los organismos nacionales, que constituyen un conjunto de acciones que permitan y profundicen en el desarrollo de los compromisos adquiridos y explicitados en la parte anterior del documento.

Este documento, según nuestra perspectiva, va más allá de las declaraciones de intenciones de anteriores documentos internacionales y dota de contenido a los objetivos finales de una política cultural local. Y esto se debe, entre otros, a las propias características de su proceso de articulación. Como señala Mikel Etxebarría (2005), se trata de una iniciativa que proviene estrictamente de instituciones del ámbito local y con clara voluntad municipalista; es un documento que nace, se discute y se concreta a partir de las inquietudes de organizaciones ligadas al ámbito local. Otra característica particular es que su redacción final es consecuencia de un proceso dinámico y participativo relativamente extenso en el tiempo (de enero de 2003 a mayo de 2004), en el que se ha buscado en todo momento la integración de diversas propuestas ideológicas y la aglutinación de un alto nivel de aportaciones de muy diferentes procedencias y visiones. Finalmente, y como característica accesoria pero de cierta relevancia, es de destacar que en este documento se percibe una importante impronta de las ideas desarrolladas en Iberoamérica, que confronta con la tradición de aplicar tanto el modelo francés como el anglosajón; en este sentido, se percibe un cambio de orientación ideológica nada desdeñable.

Tal y como hemos tratado en otros trabajos, la decisión de adoptar la Agenda 21 de la Cultura como guía para orientar las políticas culturales locales implica compartir las siguientes consideraciones:

  1. defensa de los grandes valores que inspiran la política cultural,
  2. explicitar cuáles son los objetivos últimos que debe perseguir toda política cultural,
  3. ubicar el espacio de la política cultural en el marco local,
  4. explicitar cuáles son los estilos y procedimientos que deben inspirar a la implementación de políticas culturales,
  5. destacar las peculiaridades del carácter de la cultura y de la política cultural, y
  6. determinar cuáles son las herramientas o medios de intervención.

 
La Agenda 21 de la Cultura se define como un “documento orientador de las políticas públicas de cultura y como contribución al desarrollo cultural de la humanidad”. Una serie de principios permite enmarcar ideológicamente el documento y, por tanto, definir las líneas y filosofía de cualquier intervención basada en este modelo. Estos principios abordan las siguientes temáticas e ideas básicas:

 
  1. La diversidad cultural como principal patrimonio de la humanidad.
  2. La diversidad cultural en el mundo se encuentra en peligro.
  3. Los derechos culturales forman parte de los derechos humanos y, por tanto, resultan una condición para la democracia.
  4. Los gobiernos locales son agentes de primer orden.
  5. Los principios del buen gobierno incluyen la participación ciudadana.
  6. El desarrollo cultural favorece las condiciones para la paz.
  7. Los espacios locales son los ámbitos de la diversidad creativa.
  8. Es necesaria una responsabilidad conjunta entre ciudadanía, sociedad civil y gobiernos locales.
  9. No es aceptable cualquier tipo de imposición de patrones culturales rígidos.
  10. El desarrollo local requiere de la imbricación de todas las políticas públicas.
  11. Se necesita de un equilibrio entre el interés público y el privado.
  12. La importancia de la cultura como factor de generación de riqueza y desarrollo económico.
  13. El acceso cultural en todos los momentos de la vida.
  14. La transformación de la información en conocimiento como acto cultural.
  15. El reconocimiento de la dimensión cultural del trabajo.
  16. La libre utilización de los espacios públicos.

 En la segunda parte del documento, la Agenda 21 de la Cultura enumera una serie de compromisos que han de adquirir todos aquellos municipios suscritos al documento, y que engloban una amplia serie de 29 temáticas diferentes e interrelacionadas que considera básicas para el desarrollo cultural y que, por tanto, deben estar presentes en toda política cultural local que apueste por la cultura como motor del desarrollo. En esta nómina de temáticas queda patente cómo el documento es heredero de la tradición ideológica de los documentos internacionales que han venido tratando la cultura y de su propia evolución conceptual.

Al definirse como un documento orientador de las políticas culturales, la Agenda 21 no ofrece soluciones ni acciones concretas para contribuir al desarrollo humano; pero como ya hemos visto sí que ofrece unas pautas ideológicas y operativas a tener en cuenta en el diseño de esas políticas. Existen algunas iniciativas que pretenden ofrecer algunas herramientas y consejos para implementar la Agenda en la gestión municipal, pero por las características propias del proceso y por las diferentes realidades territoriales, resulta muy difícil ofrecer un modelo teórico de aplicación general. Nosotros optamos por tratar de adaptar el modelo de la planificación cultural estratégica a la implementación de la Agenda 21 de la Cultura.

Sin duda, son diversas las estrategias y acciones a implementar para que la cultura ayude al desarrollo. No en vano, existen diferentes iniciativas de programas nacionales encaminadas a la ayuda al desarrollo internacional, generalmente a partir de la intervención sobre el patrimonio y su posterior explotación turística. Cuando tratamos del ámbito local son numerosas las estrategias a adoptar, pero siempre partiendo de una planificación y una política cultural reflexionada con los diversos agentes culturales y la propia ciudadanía. Es por ello que, tal y como hemos reflejado en el texto, consideramos prioritario el establecimiento de una planificación cultural para el desarrollo local que sea garante de los principios de la Agenda 21 de la Cultura para, posteriormente, abordar otras estrategias diferentes. La planificación, por tanto, es el plano detallado que guía en la construcción del desarrollo local.

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