Consideraciones en torno a la gestión de rutas turístico-culturales (y 3)


El consumo experiencial de la ruta

El turismo se encuentra entre las industrias relacionadas con el ocio y el tiempo libre, en las que el usuario final busca una sensación de bienestar que le permita evadirse de la realidad cotidiana. Así, el acercamiento a contextos diferentes de los cotidianos juega un papel fundamental en el éxito de las rutas culturales. Pero, a su vez, y con el auge de los itinerarios relacionados con el turismo cultural, se corre el riesgo de estandarizar unas rutas culturales, extrapolarlas de un territorio a otro, o de diseñar unas rutas que no supongan más que el desplazamiento de un recurso a otro, con la necesaria parada para explicar sus características de una forma automatizada.

La ruta cultural ha de aportar mucho más de lo que podría aportar un libro de historia o arquitectura en combinación con uno de fotografías o un documental audiovisual. La verdadera esencia de la ruta es la experiencia que el visitante se lleva de la misma. En este sentido, es importante incorporar a las rutas de contenidos experienciales que doten de un importante valor añadido a la propia experiencia turística. Así, y por citar algún ejemplo clarificador, en una ruta centrada en la vida de un poeta en una localidad, podría incorporarse la recitación de algunos fragmentos de su obra en aquellos enclaves relacionados con su vida o su estado vital; en una visita a una iglesia, la posibilidad de acceder al campanario, e incluso de participar en algún toque de campanas tradicional del municipio; la ambientación con perfumes o sonidos de un espacio concreto de una casa noble o palaciega, o la representación de algún pasaje histórico en el contexto urbano en que tuvo lugar.

El visitante requiere sentirse identificado con el discurso, necesita de elementos que le sorprendan y que le obliguen a mantenerse atento a lo que va a suceder durante el recorrido; lograr poner en práctica estrategias de participación con los propios turistas y utilizar herramientas que les permita convencerse de que la visita es una experiencia única permiten apostar por un mayor éxito en la sensación de bienestar del visitante. En un contexto marcado por la competencia, la potenciación del consumo experiencial puede actuar como elemento diferenciador.


La importancia de la formación del guía

Generalmente, las rutas turístico-culturales cuentan, y así lo indicaba la Comisión de las Comunidades Europeas (Ballart y Juan, 2001), con recursos, tanto personales como materiales, que sirvan de mediadores encargados de subrayar el valor del producto cultural. En este sentido, el contacto directo con personal, más allá de la señalética y otros recursos interpretativos, es “el medio más efectivo y flexible para llegar al público” (Morales, 2001: 286). Pero no basta con la presencia de una persona que recite de memoria un texto denso sobre cada uno de los recursos a destacar en una ruta; para esta labor mediadora se ha venido desarrollando en los últimos años la profesión de intérprete, que se erige como “un facilitador, un mediador para un aprendizaje” que actuará de motivador para un nuevo aprendizaje posterior (Morales, 2001: 287).

Es muy importante que, independientemente de la formación básica del intérprete,  éste desarrolle habilidades comunicativas y asertivas encaminadas específicamente a la conducción de grupos y la comunicación oral. Asimismo, la inclusión de elementos de apoyo al discurso no ha de verse como un demérito de los conocimientos del intérprete, sino como recursos de comunicación que permiten incidir en el aspecto didáctico del discurso. La labor del guía-intérprete constituye un pilar fundamental de la ruta, ya que de su labor depende, en gran parte, la satisfacción final del visitante.

La ruta turístico-cultural se ha convertido en los últimos años en una herramienta básica para el desarrollo de los municipios; aquellas poblaciones que han querido potenciar turísticamente su territorio han visto en la ruta una forma de articular y cohesionar sus diferentes recursos culturales para ofrecer una visión global y original al visitante. No obstante, el diseño y gestión de una ruta turístico-cultural ha de tener en cuenta, entre otros, las consideraciones que hemos indicado: además de unos objetivos claros, se ha de cuidar el discurso, los servicios, los recursos humanos, y la capacidad de sorprender y generar en los visitantes una sensación de experiencia única. Es imprescindible que el turista comprenda el territorio cultural acompañado de un buen servicio y experiencia que le permita, efectivamente, alcanzar un elevado grado de bienestar personal.

 
 

Referencias bibliográficas

Ballart, Josep y Juan, Jordi (2001): Gestión del patrimonio cultural. Ed. Ariel, Barcelona.

Calabuig, Jordi y Ministral, Marta (1994): Manual de geografía turística de España. Ed. Síntesis, Madrid.

Morales, Jorge (2001): Guía práctica para la interpretación del patrimonio. El arte de acercar el legado natural y cultural al público visitante. 2ª edición. Ed. Junta de Andalucía, Sevilla.

Valero, Raquel (2009): L’elaboració d’itineraris culturals. Ed. Trèvol, Valencia.

Comentarios

  1. Pero no basta con la presencia de una persona que recite de memoria un texto denso sobre cada uno de los recursos a destacar en una ruta; para esta labor mediadora se ha venido desarrollando en los últimos años la profesión de intérprete, que se erige como “un facilitador, un mediador para un aprendizaje” que actuará de motivador para un nuevo aprendizaje posterior".

    Estoy completamente de acuerdo. Me encanta viajar y cuando doy con un incompetente lo odio...

    Este blog me parece súperinteresante, así que volveré por aquí. Si te apetece visitar mi blog (sobre arquitectura) estás invitado. Está en http://www.jacobogordon.com

    Un saludo!

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