Recupero un artículo sobre las rutas culturales que escribí en marzo de 2011 para una revista que me lo encargó pero que, finalmente, no lo publicó. Lo haré en varias tandas para que no quede un texto muy extenso.
A la hora de establecer tipologías, pueden surgir diferentes opciones de clasificar los itinerarios turístico-culturales, pero consideramos que la diferenciación ofrecida por Jordi Calabuig y Marta Ministral es suficientemente clarificadora para una primera aproximación al tema.
Referencias bibliográficas:
La
importancia que la actividad turística tiene para las economías nacionales se
ha visto aumentada en las últimas décadas gracias a la globalización y la
democratización del turismo. La realidad de los países desarrollados ha
conllevado la creación de “un escenario dinámico en el que los destinos
compiten en un mercado global, con una demanda muy segmentada, exigente y
cambiante, y una oferta especializada y fuertemente competitiva” (Ballart y
Juan, 2001: 201). En este nuevo contexto, la gestión turística ha entendido la
diversificación como una estrategia comercial más adaptada a la realidad
socio-económica, considerando que la estrategia a seguir es la gestión de
productos específicos para mercados concretos. Con esta nueva consideración de
la industria turística, rápidamente nació aquello que conocemos como turismos
sectoriales: turismo de negocios, turismo deportivo, turismo de congresos… y
también el turismo cultural.
Turismo
cultural
Pero
a la hora de hablar de turismo cultural es necesario encontrar una definición
que enmarque y delimite qué puede ser considerado como tal. En este sentido,
Ballart y Juan (2001) citan como referencia el informe Le tourisme culturel en Europe, realizado en 1993 por la Comisión
de las Comunidades Europeas, y que establece tres condiciones que las ofertas
turísticas deben contemplar para poder hablar de turismo cultural. Estas
condiciones son las siguientes (Ballart y Juan, 2001: 202):
- Que
exista consumo de un producto que contenga e incluya un significado
cultural (un monumento, una obra de arte, un espectáculo o un intercambio
de ideas, entre otros).
- Que
exista la intervención de un mediador, ya sea persona o documento escrito
o audiovisual, que tenga la función de subrayar el valor del producto
cultural.
Las
características de este tipo de turismo permiten romper con la estacionalidad y
facilitan el surgimiento de nuevos destinos ya que, a priori, cualquier
territorio con significado cultural sería un potencial destino
turístico-cultural. De esta forma, muchas localidades cercanas a poblaciones
que tradicionalmente han sido destino turístico estacional han visto que pueden
ofrecer recursos atractivos que sirvan de valor añadido para el destino
principal, ofreciéndose como un recurso en el llamado turismo de proximidad. Y
una herramienta que se ha articulado como básica a la hora de ofrecerse como
destino local de turismo cultural ha sido la ruta o itinerario.
El
itinerario turístico
Si
tuviéramos que definir qué es un itinerario turístico, podríamos decir que se
trata de “la manifestación del proceso físico de aprehensión del territorio por
el turista” (Calabuig y Ministral, 1994). Esta definición se ajusta muy bien a
las características que se apuntaban para el turismo cultural; en el itinerario
turístico es básica la comprensión del territorio (tanto física como social y
culturalmente), al igual que en el turismo cultural es fundamental el
conocimiento de los objetos, las obras y la población local.
Los
mismos autores (Calabuig y Ministral, 1994) hacen una diferenciación, dentro
del concepto de itinerario turístico, entre ruta y circuito:
·
Para
ellos, la ruta es un itinerario abierto promovido por la administración y
entidades públicas que se forma a partir de la suma de diferentes recursos;
esta suma da como resultado un conjunto de atractivo turístico con unas
características propias e individualizadas. La ruta da una gran libertad al
turista, ya que deja a su criterio con qué elementos de la oferta turística
complementa la ruta (alojamiento, restauración, etc.).
·
El
circuito, en cambio, es un itinerario cerrado en el que todo (alojamiento,
restauración, visitas, etc.) está perfectamente delimitado en torno a un
paquete básico que se contrata en su totalidad. Se trata de los paquetes
turísticos ofertados por empresas turísticas especializadas, en los que incluso
las excursiones han de elegirse de una oferta cerrada, no dejando lugar a la
improvisación del turista.
A la hora de establecer tipologías, pueden surgir diferentes opciones de clasificar los itinerarios turístico-culturales, pero consideramos que la diferenciación ofrecida por Jordi Calabuig y Marta Ministral es suficientemente clarificadora para una primera aproximación al tema.
Referencias bibliográficas:
Ballart,
Josep y Juan, Jordi (2001): Gestión del
patrimonio cultural. Ed. Ariel, Barcelona.
Calabuig,
Jordi y Ministral, Marta (1994): Manual
de geografía turística de España. Ed. Síntesis, Madrid.
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