Gestionar la complejidad

Ninguna duda cabe que cuando hablamos de gestionar cultura, estamos hablando de gestionar un elemento completamente intangible. Podemos estar hablando de bienes culturales que son tangibles, pero su verdadera importancia radica en la intangibilidad que, de alguna manera, se ha materializado para poder hacerla accesible; es decir, un libro raramente será importante por su forma física (salvo contadas excepciones), sino por lo que alguien ha expresado a través de la escritura.

El mero hecho de tratarse de un bien intangible, hace que gestionar la cultura sea complejo en sí mismo. Pero, además, hemos de contar con la propia complejidad conceptual del término cultura. Y es que muy lejos ha quedado ya aquella expresión que trataba de describirla con la frase “cultura es todo aquello que no es natura”. La expresión, aunque muy descriptiva y sencilla, creo que no responde a la complejidad que supone en la actualidad el término “cultura”.

En pocos cursos y programas de postgrado en gestión cultural se da la importancia necesaria a una reflexión en torno a la conceptualización de la cultura. En muchos casos se da por supuesto que se sabe a qué nos referimos cuando hablamos de cultura, pero creo que nada más lejos de la realidad, hasta el punto de que, finalizado un curso, los mismos compañeros tienen diferentes concepciones de la cultura y siguen discutiendo sobre si determinada manifestación es cultura o no lo es.

Sin entrar a valorar las diferentes dimensiones y perspectivas que se les ha dado a la cultura (sobre las que probablemente escriba algo en otro momento), a mí me gusta siempre tomar como referencia del concepto de cultura la definición, ratificada en la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural de 2001, y que dice:

“La cultura debe ser considerada el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

Con esta definición pasamos de considerar la cultura únicamente como aquél conjunto formado por el patrimonio, las artes plásticas, las artes escénicas y musicales y la literatura y el cine, para englobar también aspectos como la etnografía o las fiestas populares. La cultura pasa a entenderse como una mayor globalidad… pero también se le dota de una mayor complejidad.

Hemos de ser capaces de gestionar esa complejidad de la mejor manera posible, pero siempre con criterios profesionales rigurosos. Aún hay muchas organizaciones que consideran la cultura desde el punto de vista compacto de las artes clásicas, sin ver en la globalidad el verdadero reto de la gestión.

Compliquémonos un poco la vida, y tratemos de gestionar la verdadera complejidad, la que está ahí fuera.

Comentarios

  1. Ánthony Aristizábal Alzate4 de septiembre de 2009, 19:21

    Buen aporte el que realizas, en Manizales, Colombia existe un pregrado en Gestión Cultural y Comunicativa que enseña y promueve la cultura desde su complejidad.

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  2. Gracias Ánthony, la verdad es que en todos los programas de formación creo que es necesario realizar y promover una verdadera reflexión (real) en torno a aquello que se supone que vamos a gestionar en nuestra actividad profesional. ¡Es lo mínimo!

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  3. Saludos, me llamo Josep de Martí, acabo de escribir en mi blog una entrada sobre gestionar la complejidad en residencias geriátricas. Creo que la gestión de la complejidad tiene diferentes facetas y afecta muchos ámbitos de la relación humana. Por las respuestas que ha tenido el post que he escrito creo que podría interesar a quien haya entrado en este blog. Saludos

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