En la gestión cultural es básica
la proximidad al ciudadano, destinatario último de la acción e intervención.
Por ello, y así lo demuestran los presupuestos en materia de difusión cultural,
la administración local es la que más actúa sobre el sector cultural; es la
administración más cercana al ciudadano y, por tanto, la que es más consciente (o
debería serlo) de las necesidades a satisfacer. Así, la administración local
(en tanto que lidera la política cultural) cobra un especial protagonismo en la
relación entre cultura y desarrollo y en la toma de decisiones y acciones
encaminadas al desarrollo del municipio.
La administración local debe
adquirir un papel protagonista a partir de diferentes acciones y compromisos:
satisfaciendo las demandas culturales de sus vecinos, propiciando la
participación ciudadana e impulsando la creación de empresas culturales en su
territorio, entre otros. Pero para propiciar un verdadero desarrollo en un
territorio a partir de la cultura es fundamental la elaboración de unas
políticas culturales acordes con esa voluntad. En este sentido, se hace
imprescindible de la administración local una planificación coherente, con la
implicación de todos los agentes culturales del municipio y la participación
ciudadana como ejes principales. La política cultural, que debe ser explícita
y, en el mejor de los casos, consensuada, debe verse materializada en una
planificación estratégica y operativa documentada por escrito y comunicada a
todos los actores implicados en la vida cultural del municipio, pero también a
todos los ciudadanos y sectores económicos del ámbito local y comarcal.
Para orientar las políticas
culturales para el desarrollo contamos, desde 2004, con un documento que sirve
de marco referencial para afrontar el debate previo de toda política y
planificación cultural: la Agenda 21 de la Cultura. Este documento pretende
establecerse como un compromiso para el desarrollo cultural en forma de orientación
para la aplicación de las políticas públicas en asuntos culturales y como
contribución para el desarrollo cultural de la humanidad; y pretende, a su vez,
dar respuesta a los nuevos retos que las políticas culturales públicas han de
afrontar en el siglo XXI. No se trata de un documento normativo y, por tanto,
no es de obligada aceptación por parte de los municipios, pero lo consideramos
como un buen punto de partida para estructurar las áreas de intervención y
debate ciudadano. En este sentido, consideramos que toda planificación cultural
a nivel local (ya sea en forma de plan estratégico u otro tipo de documento)
debe beber de los principios derivados de la reflexión que dio origen a la
Agenda 21 de la Cultura.
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